Las 4 han dado y nadie está sereno en el Abasto. Mucho menos Dora, una señora de 80 años que vive sola en una vieja casona de General Paz al 1.400, paso obligado de quienes llegan y abandonan este centro nocturno tucumano. "Se hacen las 4 y salto de la cama. Tengo un machete detrás de la puerta, no es que lo vaya a usar, pero es que una tiene miedo. Cuando comenzaron con los boliches agarraron a patadas la puerta y me rompieron los dos tableros de abajo. $ 1.000 me costó el arreglo", dice Dora y muestra los refuerzos de hierro que le puso a la puerta para que no se repita el incidente. En realidad, Dora no se llama Dora, pero tiembla de sólo pensar que su nombre salga en el diario. "Acá tenemos miedo, la mafia es muy grande", asegura, y entra a su casa no sin antes opinar que la noche en Tucumán debería terminar no a las 4 sino a las 2. "Así la juventud no cae en tantos vicios", comentó.
Todos los vecinos de la zona del ex Abasto coinciden en que no se puede vivir allí durante los fines de semana. Gritos, peleas, autos con música a todo volumen. "Hasta que terminan de irse... Nunca es antes de las 5", afirma Alejandra Sánchez, vecina que dio el nombre pero no quiso fotos.
Hace 15 años que Martín Agüero tiene un quiosco de revistas sobre avenida Alem. Dice que verlo los sábados y los domingos es una lágrima. "Hacen de todo en el rinconcito, desde pis y lo otro hasta tener sexo y tomar cocaína; yo ví todo eso, no es que me contaron", indica. Sostiene que con la ley de las 4am empeoró todo: "nadie se va a su casa, es peor porque los jóvenes andan en la calle y hacen desmanes".